Para muchos niños y niñas que no pueden asistir al colegio por motivos de salud o ansiedad, mantener el contacto con el mundo exterior es un reto enorme. Pero para Oliver, un joven estudiante de secundaria, AV1 ha sido mucho más que una herramienta educativa: ha sido una puerta a nuevas experiencias, incluso la equitación.

En esta entrevista, hablamos con Victoria Auty, del Ayuntamiento de Wirral, quien ha acompañado a Oliver durante este proceso, para descubrir cómo AV1 puede ser mucho más que un recurso pedagógico: puede convertirse en un puente hacia la inclusión, la motivación y la participación en la vida real

La idea de usar AV1 durante sesiones de equinoterapia surgió de un enfoque creativo de participación. “Me gusta pensar de forma diferente”, explica Victoria. “Cuando intentas conectar con un niño, tienes que ser lo más lúdico y creativo posible.”

Oliver, alumno de 4.º de ESO, llevaba mucho tiempo sin salir de casa debido a una ansiedad severa. Antes de tener AV1, ni siquiera podía cruzar la puerta de entrada del colegio. Ahora, gracias al robot, puede asistir a clase de forma remota, seguir las lecciones e incluso explorar actividades que nunca habría imaginado, como montar a caballo.

Victoria cuenta cómo ha pasado de asistir a clases virtuales a participar en actividades extraescolares:

“Ha podido asistir a clases de teatro, y está trabajando para presentarse a los exámenes finales. Es increíble. También visitó de forma virtual una cafetería de gatos en Liverpool, donde se reunió con un amigo que estaba allí en persona. Se enviaban mensajes, interactuaban… ¡hasta le pidió que le dijera a un camarero que se apartara porque no veía bien!”

La oportunidad más emocionante llegó cuando invitaron al AV1 de Oliver a Hooves for Healing, un centro de terapia con caballos. Cuando la propietaria sugirió una visita en grupo, Victoria supo que era una oportunidad única: “Cuando recibí el correo me emocioné muchísimo. Teníamos que hablar con Oliver. Incluso si solo podía vivir la experiencia a través del robot, sería fantástico.”

A pesar de algunas dificultades de conexión por la ubicación rural, Oliver pudo participar en la sesión. El personal del centro ecuestre acogió al robot con total naturalidad, hablándole como si Oliver estuviera físicamente presente. “Le mostraban los cepillos para el aseo, acercaban el robot a los hocicos de los caballos para que pudiera verlos de cerca… En un momento dado, incluso dijeron: ‘¿Crees que le gustaría montar?’ y colocaron el robot sobre el lomo del caballo. ¡Fue increíble!”

Aunque AV1 fue diseñado como una solución para la educación a distancia, su impacto en Oliver ha ido mucho más allá del aprendizaje académico. Victoria destaca el cambio en su sentimiento de pertenencia: “Ahora se siente realmente parte de su comunidad escolar. Participa en tutorías, en debates, incluso en sesiones de PSHE sobre relaciones y consentimiento. Tiene una exposición al mundo que antes no tenía.” Y lo más importante: puede hacerlo a su propio ritmo.

Al principio no hablaba a través del robot, y eso está bien. Muchos niños no se sienten preparados para usar su voz al principio. Lo importante es que esté presente, que observe, que se sienta incluido. Las escuelas tienen que entender que el progreso no siempre pasa por hablar: se trata de encontrarse con cada niño en su punto y dejarle participar a su manera.

El camino de Oliver con AV1 continúa, pero su impacto ya es evidente. Desde charlar con un amigo en una cafetería hasta “pasear” con burros por un establo, su mundo se está abriendo en formas que antes parecían imposibles.

“Hay mucho que podemos aprender de cómo otros países priorizan la comunidad”, reflexiona Victoria. “Pertenecer importa. Y para Oliver, AV1 es su forma de hacerlo.”