En los últimos años, las escuelas de todo el mundo han tenido que hacer frente a un aumento significativo del comportamiento disruptivo en el aula. Profesorado, familias y responsables educativos han manifestado su preocupación. Informes y encuestas como la BBC Teacher TAPP, el Tes Wellbeing Report y el informe de mayo de 2024 de Tes, “Behaviour in schools: is it really getting worse?”, pintan un panorama preocupante: las conductas disruptivas en clase no son una simple percepción anecdótica, sino una tendencia en crecimiento.

El Departamento de Educación del Reino Unido (DfE) ha confirmado esta realidad con datos concretos: el trimestre de primavera de 2022/23 registró 263.904 suspensiones, frente a las 201.090 del año anterior, lo que supone un aumento del 31 %. Esta subida de exclusiones, motivadas en su mayoría por comportamientos disruptivos persistentes, pone de relieve un problema sistémico que exige soluciones urgentes e innovadoras.

Lejos de quedarse de brazos cruzados, muchos centros educativos han puesto en marcha una variedad de estrategias e intervenciones para prevenir suspensiones y promover un entorno de aprendizaje positivo. Entre estas medidas se encuentran:

  • Programas de apoyo psicológico: servicios de orientación y salud mental.
  • Mayor implicación familiar: participación activa de las familias en la vida escolar.
  • Formación específica del profesorado: dotar al profesorado de herramientas para gestionar conductas complejas.
  • Movilidades gestionadas o educación en casa: ofrecer alternativas a la escolarización presencial tradicional.
  • Salas de regulación emocional: espacios diseñados para aislar temporalmente a alumnos en momentos críticos, con el fin de facilitar la calma y la reintegración.

Las salas de retirada o salas de inclusión han generado debate. Estas zonas están concebidas para separar temporalmente a estudiantes que presentan conductas disruptivas, permitiéndoles autorregularse, reducir la ansiedad y recuperar el foco. Cuando se utilizan adecuadamente, no se consideran un castigo, sino un entorno de apoyo emocional y seguridad. Al mantener una conexión cercana con el aula, favorecen el sentido de pertenencia y aseguran la continuidad del aprendizaje.

Tecnología innovadora: robots de telepresencia

Una de las innovaciones más prometedoras en la gestión del comportamiento escolar es el uso de robots de telepresencia. Estos dispositivos actúan como avatares del estudiante, que puede controlarlos desde casa a través de un móvil, tableta o portátil. En diciembre de 2023, el DfE respaldó esta tecnología como una herramienta válida para el aprendizaje a distancia, incorporándola a su lista de recursos recomendados para apoyar la asistencia del alumnado con ausencias prolongadas.

Ahora, además de su uso con estudiantes enfermos o con ansiedad escolar, los robots de telepresencia también están mostrando resultados positivos en la gestión del comportamiento disruptivo:

  • Reducción de la ansiedad: permiten participar en clase desde un entorno seguro, sin aislamiento forzado.
  • Continuidad educativa y social: el alumnado mantiene su ritmo académico y su vínculo con el grupo.
  • Bajo coste y fácil implementación: requieren pocos recursos y apenas suponen una carga adicional para el personal docente.

Caso práctico: el uso del robot AV1 en Moulsham High School

Un ejemplo significativo es el del Moulsham High School, un centro educativo que utiliza 20 robots AV1 para apoyar al alumnado con ausencias frecuentes. Uno de los casos más destacados fue el de un estudiante con ansiedad severa que solía interrumpir el desarrollo normal de las clases. Gracias a AV1, pudo seguir participando desde casa, lo que redujo su ansiedad, le permitió mantenerse conectado con su grupo y avanzar en su aprendizaje. Como resultado, su actitud y rendimiento mejoraron notablemente.

Otro caso es el de Hannah (nombre ficticio), una estudiante con frecuentes conductas disruptivas. Le costaba permanecer en el aula. Con AV1, pudo reincorporarse virtualmente a la clase, lo que redujo sus niveles de estrés. Jacy Thomas, responsable de inclusión en ese momento, explicó así el enfoque:

Aislamos la conducta, no a la niña.

Este planteamiento permitió a Hannah entender cómo funcionaba el aula en su ausencia, sin el ruido que generaba su propio malestar. El resultado: mejoras visibles tanto en su rendimiento como en su comportamiento y relaciones sociales.

Mirando al futuro

El aumento de las conductas disruptivas en las escuelas es un desafío complejo que requiere enfoques multifactoriales. La combinación de estrategias tradicionales con tecnologías innovadoras como los robots de telepresencia permite a los centros crear entornos más inclusivos, seguros y adaptados.

La clave está en fomentar la autorregulación emocional, garantizar el aprendizaje continuo y preservar el vínculo social entre alumnado, compañeros y docentes. A medida que evoluciona el panorama educativo, es esencial mantener la mente abierta, explorar nuevas soluciones y responder con flexibilidad para que cada estudiante tenga la oportunidad de prosperar.

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